Un cuentecito de Jorge Ávalos
Esta mañana vomité violentamente. Creí que esto lo había provocado la visión inesperada en Facebook de mi ex novia con su nueva pareja, un tipo con mirada bizca y una sonrisa que dibuja su curva hacia arriba, como en la boca de peces y batracios. O como en un gecko. Como en el rostro estúpido de un gecko. Pero esta tarde, después de vomitar otra vez, comprendí que tenía que haber otra razón para mi mal. Después de lavarme la cara y la boca me serví un vaso de agua. Mientras lo hacía noté una nubosidad en medio de la garrafa. Me acerqué al cristal y descubrí algo que debió sorprenderme, pero, en cambio, me hizo sonreir: en el agua flotaba la sonrisa estúpida de un gecko ahogado.
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Esta mañana vomité violentamente. Creí que esto lo había provocado la visión inesperada en Facebook de mi ex novia con su nueva pareja, un tipo con mirada bizca y una sonrisa que dibuja su curva hacia arriba, como en la boca de peces y batracios. O como en un gecko. Como en el rostro estúpido de un gecko. Pero esta tarde, después de vomitar otra vez, comprendí que tenía que haber otra razón para mi mal. Después de lavarme la cara y la boca me serví un vaso de agua. Mientras lo hacía noté una nubosidad en medio de la garrafa. Me acerqué al cristal y descubrí algo que debió sorprenderme, pero, en cambio, me hizo sonreir: en el agua flotaba la sonrisa estúpida de un gecko ahogado.
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